Los cuerpos ultra delgados y simétricos están pasados de moda. Modelos como Tara Lynn, de 85 kilos, están imponiendo una tendencia que, lejos de buscar la perfección, celebra la diferencia.
Su representante se indignó y le canceló el contrato. Según él, nadie iba a querer a una modelo talla 16, pero Tara no se dio por vencida y le demostró que estaba equivocado. Firmó con la prestigiosa agencia Ford Models y desde entonces sus curvas han aparecido en revistas como Vogue, V Magazine y Glamour. También ha sido musa del diseñador Jean-Paul Gaultier y en febrero se dio el lujo de repetir en la portada de la edición francesa de Elle, que la nombró la heredera de la top model de los noventa Elle MacPherson.
En una industria que más parece una fábrica de cuerpos perfectos y uniformes, Tara puso de moda las tallas grandes. Ante la dictadura del bisturí, el Botox y el Photoshop, ella hace parte del grupo de modelos que han roto el molde y ahora, justamente por ser diferentes, acaparan todas las miradas. Por primera vez aparecen en los titulares esas otras mujeres que hace algunos años no existían en el mundo de la alta costura: mujeres de la tercera edad, en condición de discapacidad, transexuales y con rasgos físicos poco convencionales.
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